República Dominicana ha logrado un crecimiento económico sostenido que la posiciona hoy como la novena economía del continente americano y la séptima de América Latina, un logro que debe llenarnos de orgullo como nación, especialmente si consideramos que somos una media isla que ha sabido superar desafíos históricos. Nuestro país avanza a un ritmo acelerado, compitiendo con naciones de gran extensión territorial y mayor cantidad de recursos naturales.
Sin embargo, este avance plantea un gran desafío: seguir creciendo mientras reducimos las brechas de pobreza y desigualdad que aún persisten. No podemos mirar hacia otro lado ni olvidar a generaciones de dominicanos que, por edad o falta de escolaridad, han quedado rezagadas del progreso. El Estado tiene la obligación moral y social de tenderles la mano, de ofrecer oportunidades y de garantizar condiciones mínimas de bienestar.
Basta mirar a naciones desarrolladas como Estados Unidos



