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Carta de Nelia Rodríguez a Dío Astacio

Por Nelia Rodríguez

Señor Dío Astacio, después de desearle que el Señor derrame bendiciones sobre usted y su hogar, quiero expresarle, como cristiana, mi solidaridad hacia su persona, porque sé que en este momento usted está librando una guerra espiritual contra Satanás, quien ataca con más fuerza a personas como usted, que han servido a Dios como pastores, para apartarlas del buen camino.

Lamentablemente, el maligno está ganando algunas batallas. Ha logrado penetrar en ciertas debilidades suyas, como el narcisismo que no lo deja ser feliz y ha descontrolado esa necesidad que usted tiene de ser siempre el centro de atención. Algunos lo juzgarán y dirán cosas negativas sobre su comportamiento. Yo no lo haré, porque sé que cuando se desata en usted ese sentimiento de envidia, no es usted realmente quien actúa, sino una entidad maligna que en ese momento está controlando su alma.

No lo juzgo por su falta de empatía cuando, en medio de la tragedia más grande del siglo, usted buscó sacar provecho político. Ese acto tan ruin de lucrarse del dolor ajeno no refleja la conducta de un pastor; más bien, evidencia la influencia de un espíritu diabólico que se ha apoderado de su cuerpo.

Siento tristeza cuando muchos periodistas lo critican, porque usted, en lugar de guardar un silencio respetuoso ante el dolor colectivo de una nación con más de 220 vidas perdidas, eligió hacer de esa tragedia un espectáculo al servicio de su ego. Pero yo sé que ese Dío Astacio que en estos días está sirviendo al otro lado no es usted.

Muchos creemos que, en su sano juicio, usted jamás exhibiría públicamente ese derrumbe simbólico de la empatía y la decencia en el ejercicio público. Sé que no fue usted quien, mientras rescatistas arriesgaban sus vidas y familias buscaban consuelo entre lágrimas, se desplazó al Distrito Nacional, fuera de su jurisdicción, para colocarse un casco de ingeniero y posar frente a las cámaras en la zona cero, como si se tratara de una estrategia de posicionamiento personal.

Ese acto irresponsable, innecesario y profundamente irrespetuoso fue obra del maligno que se ha apoderado de su corazón. Incluso dirigentes de su propio partido lo han calificado como un gesto de narcisismo enfermizo y una grave afrenta a los dolientes. Eso le hace daño a su imagen de hombre de fe.

Luche contra ese demonio del narcisismo y la envidia que no lo deja en paz. Yo estoy segura de que usted fue utilizado por Leviatán para cometer esa deleznable acción política, disfrazada de preocupación ciudadana, que fue percibida por la población como una afrenta a la institucionalidad y como un intento de robar cámara durante la peor tragedia del siglo.

Todos critican que usted, en un acto que raya en la insubordinación administrativa, haya anunciado una «visita técnica» al puente Francisco del Rosario Sánchez, desoyendo las explicaciones del Ministerio de Obras Públicas, que garantizó que la estructura cumple con estándares internacionales de seguridad y que sería intervenida en Semana Santa.

Muchos estiman que usted no solo usurpó funciones que no le competen, sino que desafió directamente al ministro Eduardo Estrella, ministro del presidente Luis Abinader. Para muchos, fue un gesto calculado para proyectar debilidad institucional, como si el mensaje fuera: “el ministro no puede con el cargo, pero yo sí”.

Esa imprudencia, más allá de lo administrativo, es éticamente inaceptable. El ministro Estrella, quien atraviesa un duelo devastador por la pérdida reciente de su hijo en la misma tragedia, no merecía ese atropello. Aprovechar ese dolor para atacarlo indirectamente es una muestra más del menosprecio por el momento que vive el país y por la humanidad del otro. Sé que eso no nace de su corazón cristiano, sino de esos seres malignos que en estos días lo están guiando por el mal camino.

Yo sé que usted aprecia al presidente. Por eso estoy convencida de que esos hechos, que parece una declaración de guerra al presidente Luis Abinader, no obedece a su verdadera convicción, sino a entidades malignas que hablan por usted.

Le pido humildemente que busque ayuda, tanto cristiana como psicológica. Con sus últimas acciones, lo que está en peligro es la sensatez, el respeto a las instituciones, el pudor ante la muerte, y el derecho de una nación a vivir su duelo sin que los carroñeros del oportunismo usen la tragedia como trampolín.

Recuerdo también cuando violó la ley al nombrar a una persona no calificada como director de Planeamiento Urbano. El CODIA le envió una carta pidiéndole que respetara la legalidad. En ese momento, cometí la debilidad humana de juzgarlo como si usted fuera plenamente responsable de sus actos. Pero hoy entiendo que no es usted quien actúa así. Lo sé, porque no hay campaña de mercadeo político que justifique pisotear el luto de todo un país.

En esta Semana Santa, que es tiempo propicio para reflexionar y acercarse más a Dios, le pido humildemente que se aleje por unos días del ayuntamiento, que se arrodille con fe, que ayune y le pida al Señor que le devuelva la cordura. Porque en Santo Domingo Este lo necesitamos espiritualmente y mentalmente sano, con mucho cariño, y deseándole pronta recuperación.

13 de abril 2025

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