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Pablo Sosa en el negocio que emprendió en Santo Domingo Este de venta de ropa nueva y usada, el 4 de marzo de 2020.

(Diario Libre/Juan Miguel Peña)Nació en el populoso barrio capitalino Cristo Rey y a los 27 días de llegar al mundo su familia emigró a el Bronx en Nueva York. Quién pensaría que ese muchacho, al que le hacían bullying por ser dominicano, se vincularía con la pandilla Los Trinitarios, caería preso en los Estados Unidos, retornaría a su país deportado y a sus 37 años buscaría plasmar en un libro cómo es volver a Quisqueya y no de vacaciones.

Pablo Sosa fue uno de los 2,215 dominicanos que en 2010 fueron deportados de los Estados Unidos con una condena penal previa, según estadísticas oficiales de ese país.

Había sido encarcelado en varias ocasiones, pero los seis años de prisión que le impusieron por homicidio rebosaron el cúmulo de faltas a las leyes en su prontuario. No se interesó en apelar su deportación y asegura que avaló voluntariamente su regreso a la República Dominicana. Pero cuando volvió en junio de ese año, la realidad lo golpeó.

Aunque visitaba el país con regularidad y conocía la cultura dominicana, el primer apagón energético le resultó chocante. Pero de lo que no se pudo recuperar durante unos cuatro años fue de sentirse perdido y deprimido.Sentía que no sabía de dónde soy, porque yo estoy aquí (en la República Dominicana) y todo el mundo me mira como si no soy de aquí, pero cuando estoy allá (en los Estados Unidos) me dicen que no soy de allá”, dice.
La mayoría de los dominicanos deportados entrevistados para un estudio del Gobierno que abordó el retorno forzoso de criollos al país dijo que no recibió ningún apoyo al llegar a la República Dominicana. Uno de cada cuatro mencionó a la Dirección General de Migración y uno de cada veinte a la Procuraduría General de la República. Esta última tiene la Unidad de Reinserción de Repatriados para dar asistencia en salud, legal, educativa y laboral.

Los que reportaron algún tipo de apoyo en su mayoría fueron mujeres y la ayuda provino mayormente de una entidad sin fines de lucro.

A diferencia de una buena parte de los dominicanos retornados que consiguen empleo antes de los siete meses de estar en el país, Sosa es del grupo que el estudio gubernamental encontró que necesita entre siete meses y hasta más de un año para conseguir un trabajo.

“No te dan empleo tan fácil si eres un deportado (…), creo que por el miedo de tener a un ‘criminal’ trabajando contigo, pero eso depende de tu situación”, dice.

Fue hace cuatro años que encontró su primer empleo estable en el país. Su dominio del inglés le permitió entrar a trabajar en un call center. Aunque su contrato laboral está suspendido por el cierre de empresas debido a la pandemia del COVID-19, en la compañía escaló al puesto de supervisor y muchos de sus compañeros de trabajo también son deportados.
Tres años antes había emprendido un negocio de venta de ropas nuevas y usadas, que aún mantiene.

El 10.8 % de los migrantes retornados entrevistados para el estudio “Caracterización de la población dominicana retornada de cara a la formulación de políticas públicas considerando su reinserción a la sociedad dominicana y a la protección social”, publicado en 2019 por la Vicepresidencia y el Instituto Nacional de Migración, dijo poseer una empresa o negocio propio.

Una proporción de los dominicanos que retornan al país tras residir en el exterior vuelve al extranjero por razones económicas y otra buena parte tarda hasta un año para conseguir empleo, siendo los más desempleados los que retornaron de forma forzosa como los deportados.

Fuente Diario Libre

@tamborilnoticiashoy


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